En un sorprendente giro de los acontecimientos, el jueves pasado se anunció un acuerdo de tregua entre las organizaciones delictivas La Familia Michoacana (FM) y Los Tlacos, conocido también como El Cártel de la Sierra, en un esfuerzo por poner fin a la escalada de violencia que ha afectado gravemente a la sierra de Guerrero.
El acuerdo, que se materializó tras una serie de negociaciones entre los líderes de ambos grupos, tiene como objetivo principal detener los enfrentamientos que se han intensificado desde los primeros días del año 2024, aunque los conflictos entre estos cárteles se remontan a más de un año atrás.
Según fuentes cercanas a las negociaciones, el pacto implica que cada grupo delictivo mantendrá el control sobre los territorios que ya ocupan, renunciando a sus intentos de expansión, lo que se espera reduzca significativamente los enfrentamientos armados en la región.
Este acuerdo, que se gestó a partir de la mediación de líderes religiosos a finales del año pasado, representa un rayo de esperanza para las comunidades afectadas por la violencia, especialmente aquellos pueblos que fueron obligados a desplazarse debido a los enfrentamientos.
Sin embargo, persisten incertidumbres sobre la estabilidad de esta tregua, especialmente dada la complejidad de los intereses involucrados y las disputas territoriales entre los cárteles. La exigencia de territorios específicos por parte de La Familia Michoacana, como Iguala y otros municipios estratégicos, subraya los desafíos que enfrenta la consolidación de la paz en la región.
La violencia entre estos grupos ha dejado comunidades severamente afectadas y desplazadas, con ataques que incluyen el uso de drones. Se espera que con este pacto de no agresión, las familias desplazadas puedan regresar a sus hogares. Sin embargo, persisten dudas sobre la estabilidad de la tregua, dado el historial de violencia entre ambos cárteles.
A pesar de que hasta el momento no se ha confirmado una nueva intervención de líderes religiosos en las negociaciones, este acuerdo representa un primer paso hacia la estabilización de una región marcada por la violencia y el desplazamiento forzado de sus habitantes.